A la atención del presidente y a la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal de España

A través de este escrito quisiéramos trasladarles nuestro malestar tras las declaraciones incendiarias realizadas por Monseñor Argüello después de la visita de la presidencia de la CEE.

De inicio mostramos nuestra perplejidad por cuanto durante nuestra última reunión en la CEE, presidida por Monseñor Argüello, éste manifestó su compromiso, a solicitud nuestra, de que las víctimas estarían presentes en la toma de decisión durante el planteamiento inicial y el desarrollo de un plan de reconocimiento, reparación e indemnización económica. Así mismo, existió consenso tanto por parte de la Conferencia Episcopal como con los miembros de la CONFER, en una agenda de trabajo con fechas concretas, objetivos de partida concretos y trato individualizado de las víctimas. A juzgar por las declaraciones vertidas por el presidente de la CEE, nos encontramos, una vez más, con promesas incumplidas.

Seguimos sin entender que a estas alturas, desde la máxima autoridad de la Iglesia en España se siga sacando pecho de todo lo que han hecho respecto a la prevención y provención de las víctimas de pederastia. En esa dirección, lo realizado hasta el presente no solamente es terriblemente insuficiente, sino que además ofrece un carácter minimalista, cuando no de absoluta nulidad. Es el criterio de las víctimas de nuestras asociaciones. Es del todo improcedente que Monseñor Argüello invite a los poderes públicos a ocuparse de las víctimas de todos los ámbitos de la sociedad, en lo que consideramos no sólo una absurda excusa cogida por muy frágiles hilos, sino también una falta de respeto, una más, a todas las víctimas y supervivientes. Porque antes de realizar esa invitación, la iglesia tiene el deber humanitario y cristiano de ocuparse de sus propias víctimas, de reconocerlas, repararlas e indemnizarlas. No somos sospechosos, las tres asociaciones que firmamos este comunicado de haber realizado distingos en el trato y la cercanía con todas las víctimas de violencia sexual, de todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad, intrafamiliar, deportivo, boy scouts, incluyendo también casos de violencia vicaria. Nos gustaría saber qué ha hecho la jerarquía eclesiástica española en la atención de todas las víctimas de todos los ámbitos sociales, porque si es lo mismo que lo que han hecho con sus propias víctimas, lo cierto es que es más bien muy poco o nada.

Utilizar la reparación espiritual como una especie de muro de contención para evitar el resto de reparaciones nos resulta, y ya lo hemos manifestado una y otra vez, un acto de inaceptable hipocresía. Créannos, la reparación espiritual siendo respetable a demanda, no es ni de lejos la más relevante de las reparaciones demandadas. Y tampoco lo decimos sólo nosotros, así lo expresan la mayoría de las víctimas de abusos sexuales en el ámbito eclesiástico.. Tal vez, y es una sugerencia, lo que ustedes denominan reparación espiritual sea más de aplicación a los clérigos y religiosos pederastas que a las víctimas.

Monseñor Argüello utilizó otro dique de contención cuando se refirió, contestando a una pregunta de un periodista, a las indemnizaciones. Permitirán que echando mano del diccionario de la lengua española, que define la indemnización como una compensación económica destinada a reparar garantizando su indemnidad, al afectado por la privación (expropiación) de un bien o derecho, si por un perjuicio provocado por un tercero (en concepto de responsabilidad) o por un gasto en que ha incurrido por razón ajena a su voluntad. En nuestra opinión es negativo, calzarse la toga cuando conviene y basar como hizo Argüello el concepto de indemnización solo desde una perspectiva estrictamente jurídica. Porque ¿qué ocurre con las víctimas, que habiendo denunciado, han visto prescrito su caso? ¿Quién las indemnizará? La respuesta es clara, no habrá sentencia ni juez que lo haga. ¿Qué ocurrirá con las víctimas fallecidas? ¿O con aquellos casos en los que el victimario haya fallecido? Además, hablamos de vías diferentes, una es la justicia ordinaria en los casos no prescritos y otra es la justicia canónica. La indemnización nunca puede ser considerada como una limosna, forma parte de la reparación y del reconocimiento. Cualquier estudiante de derecho sabe que delitos de esta tipología, en dónde se producen daños y secuelas de esta gravedad, llevan siempre aparejadas indemnizaciones económicas. Los perpetrados por sacerdotes y religiosos no son la excepción a la regla. Sirva como ejemplo la metodología empleada con las víctimas del terrorismo, del 11M o de la memoria histórica.

Hace ya unos años ante el firme mandato y compromiso del Papa Francisco de tolerancia cero ante la pederastia eclesial, y siguiendo el mandato de su Motu Proprio, la CEE y los obispados de España, dieron el paso de crear una legión de oficinas de atención a las víctimas. El tiempo y los testimonios de numerosas víctimas y supervivientes han demostrado que la gran mayoría de esas oficinas no solo no han servido de nada, sino que han resultado nefastas y revictimizadoras. Aquel trabajo se hizo mal, con una urgencia indebida para cumplir el expediente, incluyendo en muchos casos personal no versado en estos temas, lo cual ha acarreado el descontento casi global de las víctimas atendidas. Muchas de ellas, ni siquiera optaron a este servicio porque no ofrecía confianza ni transparencia. Muchas de ellas, y ustedes lo saben de sobra aunque se empeñen en intentar demostrar lo contrario, sin éxito demostrable. Fracasos ocultos. Llegados a este punto, en nuestra opinión, para comenzar a trabajar en la gestión, que ahora la iglesia pretende, es innegociable, partir desde un cimiento de transparencia, agenda y medidas concretas, presencia de representantes de las víctimas en las tomas de decisión, previas y posteriores, así como un trato individualizado víctima a víctima. Además de la redacción de un Estatuto de la Víctima en el orden canónico, no cerrado en un inicio del trabajo a realizar, sino abierto para ir incorporando derechos, si procede, a medida que el trabajo progrese.

En todos esto años de silencio, encubrimiento, persecución y a veces complicidad durante el que la Iglesia ha preferido defender a los pederastas y no a las víctimas, en dónde hemos tenido que tragar con ruedas de molino, incluso presenciando informes objetivamente tramposos y minimizadores como el ya famoso “Para Dar Luz” revictimizador y ofensivo, o también la torpe vulneración de la protección de datos por parte de la CEE exhibiendo de forma pública detalles íntimos del relato de las víctimas que deberían haber estado a salvo del conocimiento público, las víctimas y supervivientes hemos demostrado mucha paciencia y mucho talante. No vamos a ceder porque lo que pedimos es de derecho. Nuestra clave, en consonancia con la serenidad demostrada durante todos estos años, no va a ir desde mínimos en ascenso, en todo caso, es exigible que parta de máximos, al igual que ha ocurrido en otros ámbitos de la victimología de este país antes mencionados..

Nuestra idea, no es imponer, siempre ha sido consensuar, pero partiendo de bases creíbles de respeto a las víctimas, bien estructuradas y rodeadas de absoluto respeto, algo que a día de hoy no percibimos. Porque a algo a lo que nunca vamos a renunciar es a nuestra dignidad.

Todo acuerdo precisa un entendimiento, pero no podemos considerar como asumible la postura de inamovilidad en la que se sigue enrocando la Iglesia española, mientras siga considerando que la única cesión deba proceder de la parte de los supervivientes de sus ataques.

Como bien calificó el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, “No tengo derecho a decir o hacer nada que disminuya a un hombre ante sí mismo. Lo que importa no es lo que yo pienso de él, sino lo que él piensa de sí mismo. Herir a un hombre en su dignidad es un crimen.”

ANIR — Asociación Nacional Infancia Robada

AVA – Asociación Víctimas de Navarra

LULACRIS — Asociación contra los Abusos Sexuales en la Infancia

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